Antífona. Su reinado es sempiterno; y todos los reyes le servirán y le acatarán. (T.P. Aleluya).
- ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos meditaron cosas vanas?
- Se alzan los reyes de la tierra, y los príncipes se confabulan contra el Señor y contra su Ungido.
- «Rompamos, dijeron, sus ataduras, y sacudamos lejos de nosotros su yugo».
- El que habita en los cielos se reirá de ellos, se burlará de ellos el Señor.
- Entonces les hablará en su indignación, y les llenará de terror con su ira.
- «Mas yo constituí mi rey sobre Sión, mi monte santo».
- Predicaré su decreto. A mí me ha dicho el Señor: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy.
- Pídeme, y te daré las naciones en he-rencia, y extenderé tus dominios hasta los confines de la tierra.
- Los regirás con vara de hierro, y como a vaso de alfarero los romperás».
- Ahora, pues, ioh reyes!, entendedlo bien: dejaos instruir, los que juzgáis la tierra.
- Servid al Señor con temor, y ensalzad-le con temblor santo.
- Abrazad la buena doctrina, no sea que al fin se enoje, y perezcáis fuera del camino, cuando, dentro de poco, se inflame su ira. Bienaventurados serán los que hayan puesto en él su confianza.
- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
- Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Antífona. Su reinado es sempiterno; y todos los reyes le servirán y le acatarán. (T.
P. Aleluya).
N. Señor, escucha mi oración.
R/. Y llegue a ti mi clamor.
Los sacerdotes añaden:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu
ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que en tu amado Hijo, Rey universal, quisiste instaurarlo todo: concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se sometan a su suavísimo imperio: que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.